La segunda edición del Barómetro de la Vivienda en España, elaborado por el Consejo General de la Arquitectura Técnica de España (CGATE) y GAD3 ha sido presentada este 21 de mayo en el marco del salón Construmat 2025, en Barcelona, por Alfredo Sanz, presidente del CGATE y Narciso Michavila, presidente de GAD3. El estudio, con base en 1.257 entrevistas a nivel nacional, arroja datos contundentes sobre el impacto emocional de la vivienda, especialmente en las generaciones más jóvenes.
El 63% de los menores de 30 años que declaran sufrir soledad no deseada consideran que las características de su vivienda agravan esta situación. La ubicación alejada de redes familiares, la falta de luz natural, el mal estado del inmueble, la falta de privacidad o el tamaño reducido son factores que contribuyen directamente al malestar emocional.
Soledad, ansiedad y precariedad residencial
Según el informe, 1 de cada 4 jóvenes ha experimentado ansiedad o estrés en la búsqueda de vivienda y casi un 20% ha vivido episodios de depresión vinculados a su situación residencial. Para muchos, el hogar lejos está de ser un espacio de bienestar; se convierte en un lugar de frustración e incertidumbre.
Durante la presentación, Alfredo Sanz, presidente del CGATE, reivindicó la dimensión social y emocional de la arquitectura: “Construir no es solo levantar muros, es pensar en comunidad, en salud mental, en proyectos de vida posibles”. Y añadió: “La vivienda no puede ser solo un refugio físico. Es también un factor determinante en la salud mental”.
Además, subrayó la necesidad de entender la vivienda como una inversión clave en políticas públicas: “Un euro invertido en vivienda es un euro de ahorro en salud”, recordando que la mejora de las condiciones del hogar repercute directamente en la salud física y emocional de las personas.
Emancipación tardía y dependencia familiar
El Barómetro también confirma un fenómeno ya instalado: la emancipación se retrasa. El 30% de los menores de 35 años, y hasta un 40% de los menores de 30, aún viven con sus padres. Entre quienes logran acceder a una vivienda, más de un tercio ha necesitado ayuda familiar. Como recordó el sociólogo y presidente de GAD3, Narciso Michavila, se está produciendo un punto de inflexión generacional.
“No hay sistema social que se sostenga si nuestros jóvenes, incluso con dos sueldos, no pueden desarrollar su proyecto vital sin ayuda externa. Lo que está en juego no es solo su independencia, sino el futuro de toda la estructura social”, afirmó Michavila.
Un problema estructural y global
El acceso a la vivienda se ha convertido en el principal problema percibido por la ciudadanía, por encima de la economía o la seguridad, tanto en España como en otros países occidentales. “No se trata solo de construir más —se explicó— sino de construir para que esas viviendas sean realmente accesibles”.
El estudio denuncia una desigualdad etaria en aumento: mientras las generaciones mayores cuentan con vivienda en propiedad, pensiones y sanidad pública, los jóvenes ven cada vez más limitado su acceso a derechos básicos. El desequilibrio en las inversiones públicas es abrumador: por cada euro destinado a políticas de vivienda, se destinan 55 a pensiones.
Sostenibilidad y rehabilitación: inversión en salud
El estudio también hace eco de la necesidad de fomentar entornos habitables desde una perspectiva ecológica. Aunque existe concienciación, aún hay reticencias a invertir en reformas sostenibles, muchas veces por falta de recursos o por trabas administrativas.
Desde el CGATE se insiste en que la rehabilitación de viviendas es una inversión rentable en todos los sentidos: mejora el confort, la salud, la eficiencia energética y, además, ahorra más que cualquier producto financiero tradicional.
Un llamamiento a la acción
El Barómetro será remitido a las administraciones públicas como instrumento de trabajo y reflexión. Desde CGATE se insta a los responsables políticos y a los agentes del sector a priorizar políticas que aborden la vivienda como un derecho universal, con presupuestos adecuados y soluciones estructurales.
“La falta de vivienda no es solo una cuestión urbanística. Es una emergencia social que afecta al bienestar, la salud mental y la cohesión de nuestra sociedad”, concluyó Sanz.
