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El actual modelo urbano, basado en la dependencia extrema de recursos externos, debe transformarse hacia sistemas autosuficientes y regenerativos que integren soluciones naturales en su diseño.

Por Xabier Arruza Manager Bilbao Urban & Cities Design / Founder of Basqvium
La huella de la sobrecapacidad
Cada año cuando la organización Global Footprint Network anuncia el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra, clasificado por países, nos sirve de crudo recordatorio de como continuamos consumiendo los recursos naturales de la tierra con una avidez insaciable, que se estima ya en 1,75 Tierras. Además, con el preocupante dato de que lejos de mejorar, este día cada año se adelanta más en el calendario. Los límites planetarios están siendo excedidos con consecuencias que no podemos saber con certeza, pero nada halagüeñas.
El papel crítico de las ciudades
Ello va unido al hecho de que los seres humanos ya no nos expandimos, sino que la tendencia es a concentrarse. Y la concentración y densidad de una especie es también un peligro para su supervivencia. Y aquí es donde aparece la importancia de las ciudades.
Las ciudades son nuestra gran creación, nuestro ecosistema y el cénit de la civilización, pero no percibimos que dependemos completamente de los servicios ecosistémicos que la naturaleza nos proporciona, pues en las ciudades no se produce casi nada de lo necesario.
A más urbanización, más crecimiento de PIB, que significa más productivismo y más rédito. Pero el éxito necesita una provisión constante y un crecimiento exponencial de recursos y energía (gas, electricidad, petróleo..), agua, alimentos de todo tipo, también madera, minerales y tantas otras cosas. Aquí es donde nos detenemos en el primer término que nos interesa compartir en este artículo
¿Tenemos capacidad de crear ciudades autosuficientes?
Hoy en día es un hecho que las ciudades no son capaces de producir ni los alimentos, ni el agua, ni la energía, ni los materiales que necesitan para la supervivencia de sus habitantes, ni muchos productos también esenciales para la gran concentración de habitantes y las características físicas y funcionales para las que estaba pensada.
Para cambiar el paradigma hacia un modelo de ciudades lo más autosuficientes posibles, se hace necesario actuar en todo el ciclo productivo de una urbe e invertir en sistemas de edificios, transporte, energía, agua y revalorización de residuos, así como apostar por un nuevo urbanismo en el que se elimine la idea de periferia y se devuelva a los barrios su autonomía, empoderándolos con industrias locales que, a su vez, permitirán tener toda una pequeña ciudad autosuficiente de proximidad. Trabajo, producción, ocio y servicios al alcance de la mano.
Inspirarnos en los procesos naturales
Y para ello que mejor que fijarnos en la naturaleza y sus procesos biológicos en los que nada se desperdicia, todo se transforma y se reutiliza en un movimiento cíclico continuo, generando un perfecto sistema circular.
En este punto rescatamos el término que UN-Habitat (United Nations Human Settlements Programme) definió como «Ciudades Vivas» en el que presenta a las ciudades como organismos vivos y defiende que la biodiversidad abarca desde la escala microscópica de los genes, hasta los ecosistemas completos. Construir ciudades en armonía con la naturaleza es un deseo universal y las ciudades, como sistemas complejos, interactúan principalmente con los ecosistemas y pueden servir como un puente entre el conocimiento biológico y humano.
Ciudades positivas para la naturaleza Como nos gusta llamarlas a nosotros. Ciudades que integran la naturaleza en su planificación y desarrollo urbano, buscando la coexistencia de la naturaleza con el desarrollo humano. Estas ciudades se enfocan en la conservación de la biodiversidad, la creación de espacios verdes y la mitigación del cambio climático, a través de soluciones basadas en la naturaleza.
Y es que según uno de los últimos informes de la Nature Positive Initiative muestra que el 44% del PBI mundial -31 billones de dólares- generado en las ciudades está en riesgo por la pérdida de naturaleza, y solo el 37% de las 500 ciudades más pobladas del mundo ha desarrollado una estrategia específica centrada en la preservación de la naturaleza o la biodiversidad.
Las recientes olas de calor sufridas son otro aviso, ya que a medida que las temperaturas
urbanas aumentan, garantizar el confort térmico se vuelve esencial para la salud pública, Es
por ello, que la formulación de políticas y la planificación urbana deben basarse en la comprensión del ecosistema circundante, apostando por el diseño urbano bioclimático.
La naturaleza ya resolvió nuestros retos
Es importante entender que la naturaleza ya ha resuelto todos los retos a los que nos enfrentamos. La captura de CO₂, es un elemento constructor que forma parte de todos los organismos del planeta y, en cambio, para nosotros es un desafío que pone en peligro nuestra propia supervivencia. Generar calor en las casas, distribuir agua, construir materiales resistentes, elásticos, producir pegamentos, generar colores… Todo eso ya lo ha hecho la naturaleza hace miles de años, pero de modo sostenible y regenerativo, sin alterar el ecosistema del que depende.
Lo sabemos, tenemos el conocimiento y la tecnología, pero falta la conciencia y la acción
global. Cientos de años de sabiduría, conocimiento y aplicación de técnicas naturales dejados de lado tras la llegada de la revolución industrial, que han contribuido a separarnos de los procesos naturales.
Y la fórmula parece sencilla, echar la mirada atrás y reutilizar técnicas y materiales de probada eficiencia, mejorados ahora con la tecnología moderna.
Lo mismo que en el plano energético hemos vuelto la mirada a la energía que nos proporciona el sol, el viento, el agua, o el subsuelo (con la salvedad de algunos de los materiales empleados en su construcción), recuperar los conceptos de ventilación natural, insolación, sombreado, la integración de la naturaleza en todas las construcciones y espacios públicos o la utilización de materiales primarios que la naturaleza nos proporciona 100% reutilizables.
Arquitectura regenerativa y memoria vernácula
Afortunadamente, cada vez es mayor el número de adeptos que en el sector de la arquitectura y planificación urbana apuesta por este revisionismo y el uso de materiales naturales como la madera, arcilla, corcho, paja, cáñamo y un largo etc. de elementos, que con la aplicación de la tecnología actual ofrecen prestaciones muy eficientes con mucho menor impacto medioambiental, que las que empleamos en la actualidad.
Somos naturaleza, y la necesitamos
En este punto, siempre nos acordaremos cuando desde Dubai, paradigma del desarrollo urbano insostenible, un grupo de entusiastas de la conservación del patrimonio promovía el rescate de las torres del viento o los sistemas de toldos, que permitían refrigerar estancias de manera natural, frente a las torres de acero, hormigón y cristal, que consumen ingentes cantidades de energía y agua (en un lugar con gran escasez), a través de sus sistemas de aire acondicionado.
Somos naturaleza y la necesitamos, pero “el progreso” nos ha separado y hemos de reconectar.