En el corazón del Alentejo portugués, una antigua fábrica está renaciendo como un experimento en sostenibilidad y tecnología. Se trata de Traditional Dream Factory (TDF), una aldea regenerativa que fusiona arquitectura consciente, innovación Web3 y vida comunitaria. Su objetivo: convertirse en un modelo replicable para futuros asentamientos sostenibles.
Impulsada por el tecnólogo francés Samuel Delesque y un equipo de más de 60 profesionales de distintos ámbitos —arquitectura, permacultura, ingeniería, arte— TDF ya ha superado el millón de euros de inversión en activos físicos. En el terreno ya operan zonas de glamping, un espacio de coworking, una cafetería, una sauna y un centro de eventos de 140 m². Todo ello concebido como un ecosistema autosuficiente donde “las personas puedan vivir, trabajar y crecer juntas, cuidando del entorno”, afirma Delesque.
La singularidad del proyecto reside en su estructura de financiación y gobernanza. TDF se apoya en su propio token digital, el $TDF, construido sobre la blockchain Celo. Cada token otorga derecho a un día de estancia por año y está vinculado a activos tangibles como la tierra, las infraestructuras y métricas ecológicas verificables. Esta estrategia impide la especulación y fomenta la participación comprometida, asegurando transparencia y trazabilidad desde el inicio.
El proyecto se organiza mediante una DAO (Organización Autónoma Descentralizada), que permite a los titulares de tokens participar activamente en la toma de decisiones. Esta forma de gobernanza distribuida desafía los modelos tradicionales de propiedad, generando una comunidad donde el acceso, el cuidado y la responsabilidad son compartidos.
Con más de 256 titulares activos, la comunidad planea nuevas fases de expansión que incluyen suites privadas, estudios creativos, restaurante y biopiscina. El objetivo es consolidar una estructura de cohousing plenamente operativa en 2026.
La visión va más allá de lo local. TDF es la primera manifestación física de OASA, una organización sin ánimo de lucro que busca crear una red global de comunidades regenerativas. Su modelo de Land Trust asegura que la propiedad de la tierra no pertenezca a individuos, sino a una entidad colectiva sin ánimo de lucro, garantizando su uso responsable a largo plazo.
“Es un lugar donde puedes trabajar online, compartir conocimientos y ser parte de algo más grande, algo arraigado en valores que realmente importan”, subraya Delesque. En un contexto marcado por la crisis climática y la precariedad habitacional, TDF propone una nueva forma de vivir, donde el uso de la tecnología no está reñido con el respeto a la naturaleza, sino que la potencia.