La sensorización estructural y el uso de modelos digitales predictivos ya permiten anticipar con años de antelación cuándo y dónde se producirán fisuras, deterioros o sobrecargas. Una revolución basada en datos y evidencias técnicas, no en estimaciones.
Durante la mesa redonda “Importancia del uso de las nuevas tecnologías, digitalización y sensorización en el diseño de las estructuras”, celebrada en el marco de Construction2Future 2025, se abordaron los cambios fundamentales que están transformando la práctica de la ingeniería estructural en Europa. Moderó la sesión Gonzalo Castells, director de proyectos e ingeniería en Fischer Ibérica, quien planteó de entrada una reflexión: “No estamos hablando de gadgets tecnológicos, sino de una nueva forma de entender la integridad estructural, guiada por datos y no por supuestos”.
En su intervención, el Dr. Javier Sánchez, investigador del CSIC y fundador del sistema MONITORIZA, presentó varios ejemplos concretos de estructuras instrumentadas con sensores multiparamétricos que permiten evaluar en tiempo real parámetros como la velocidad de corrosión, la resistividad del hormigón o la humedad interna. En uno de los casos expuestos, una estructura de almacenamiento de agua mostró una progresión clara de degradación estructural que habría pasado desapercibida en inspecciones visuales tradicionales. “La corrosión no avisa, pero los electrones sí lo hacen. Si los sabes contar, puedes anticiparte”, explicó. Añadió que su sistema ha generado más de medio millón de datos desde su implementación, y que cada uno de esos registros representa una decisión potencial que puede evitar un fallo.
Martin Neumann, director del área de productos conectados y herramientas del grupo Fischer, presentó los avances de Fischer en sensorización de anclajes estructurales. La empresa ha desarrollado elementos que integran sensores de carga, temperatura y desplazamiento, permitiendo no solo saber si un anclaje funciona correctamente, sino cómo evoluciona su comportamiento a lo largo del tiempo y en distintas condiciones. Expuso un caso práctico en túneles ferroviarios donde cada anclaje sensorizado produce datos que se cruzan con la actividad sísmica, la humedad ambiental y el tráfico ferroviario, generando un sistema de alerta temprana basado en aprendizaje automático. “Podemos anticipar una sobrecarga antes de que se manifieste como una deformación. Esto no es mantenimiento: es prevención activa, basada en datos”, explicó Neumann.
Ambos expertos coincidieron en que uno de los grandes desafíos no es técnico, sino organizativo y normativo. Las normativas actuales siguen basándose en inspecciones periódicas y métodos visuales, cuando ya existen tecnologías que permiten supervisión continua con márgenes de error menores al 2%. Gonzalo Castells subrayó que esta disonancia entre lo posible técnicamente y lo permitido legalmente frena la adopción de innovaciones. “Los sensores están preparados. Los ingenieros también. El reto es adaptar los procedimientos y los modelos de contratación pública para que estos datos se usen desde el inicio del ciclo de vida”, afirmó.
Desde la óptica del periodismo de datos, la sesión dejó claro que el reto no es solo tecnológico, sino también narrativo y analítico: cómo convertir millones de registros en alertas comprensibles, en decisiones de mantenimiento prioritarias, en argumentos para inversiones justificadas. Se discutió la necesidad de generar visualizaciones accesibles y sistemas interoperables que permitan combinar datos de sensores con modelos BIM y plataformas de gestión de activos.
En definitiva, esta mesa redonda reflejó una transición en marcha: de estructuras estáticas a estructuras vivas, de inspecciones episódicas a monitorización continua, de decisiones basadas en experiencia a decisiones guiadas por evidencia. Una transformación que exigirá nuevos perfiles profesionales, nuevas normas y, sobre todo, una cultura técnica basada en el dato como eje vertebrador del diseño, la gestión y la conservación del patrimonio construido.




