Álvaro Cabero Fernández, arquitecto técnico y bombero profesional
Como bombero y amante la naturaleza este verano he sufrido la enorme pérdida que supone este episodio de incendios sin precedente en el último siglo de nuestra historia. Uno de los grandes incendios que se han registrado ha estado localizado en el Concello de Manzaneda (Ourense) lugar maravilloso donde se sitúa el poblado de Bao, un pueblo abandonado que desde el año 2005 adquirimos un grupo de amigos para rehabilitarlo poco a poco sin pretensiones pero con mucho trabajo voluntario, lugar donde mis dos familias se unieron en mi boda. Es imposible expresar el cariño que le tengo a cada metro cuadrado de esa tierra poblada de gente luchadora y cuidadora de su medio ambiente. Solo en el incendio que afectó esta zona se calcinaron más de 23.000 hectáreas de una riqueza incalculable como el segundo castaño milenario más longevo de Europa. Viviendas, vehículos, ganado, plantaciones de castaños irrecuperable junto con sus negocios que con mucho trabajo y esfuerzo esta buena gente conseguía año tras año sacar adelante. Un desastre que además deja secuelas psicológicas permanentes en las zonas devastadas. Desde 2005 el neologismo solastalgia describe esta forma de angustia, de estrés mental o existencial causado por el deterioro mediambiental. Es un dato relevante que este término todavía no esté recogido en la RAE, al igual que pasa con los planes de emergencia que tan claro tenemos todos que hay que revisar, pero que desgraciadamente cuando pasen unos meses nadie trabajará en ello de la misma manera que la RAE tendrá términos más relevantes que incluir en el diccionario.
Como arquitectos y arquitectos técnicos creo que podemos formar parte del problema o parte de la solución en esta lucha contra el fuego.
Las cifras sobre las viviendas calcinadas y las personas evacuadas ofrecen una realidad clara, los edificios también están implicados en estos desastres, no solo arde el monte. Los incendios de interfase son aquellos que se desarrollan en zonas de transición entre lo urbano y lo rural, donde las estructuras edificadas se entremezclan con la vegetación. Nuestro ámbito de actuación está incluido en esta tragedia y por ello debemos tomar conciencia y pasar a la acción. Así que nuestro primer deber es tomar consciencia de ello cada vez que participemos en procesos de edificación en estas zonas de interfase, que incluyen urbanizaciones dispersas o no en cualquier punto del territorio.
¿Pero qué acciones concretas podemos realizar al respecto?
Conocemos la reacción al fuego de los materiales de construcción de la vivienda y de la urbanización de las parcelas, conocemos perfectamente su clasificación y ajustamos su uso según la normativa en relación a la protección contra incendios, que algunos me habréis leído decir que sigue siendo muy laxa en este tema y que sería una utopía que regulase también aspectos como el cerramiento de una parcela. Por ello somos nosotros los responsables de incluir en nuestros proyectos un material combustible o no dentro de las actuaciones que realicemos en estos entornos. También somos responsables o colaboramos en labores de paisajismo que pueden ayudar en la respuesta contra incendios o contribuir a la combustión de la zona. Una simple contraventana metálica que proteja el hueco de la persiana de plástico puede salvar de la quema una vivienda y que esta no contribuya en el incendio. El establecimiento de fajas de limpieza en la vegetación alrededor de las urbanizaciones e incluso la creación de una pequeña red de hidrantes con alimentación alternativa a la red pueden salvar muchos millones de euros en una sola urbanización. No os podéis imaginar la alegría que nos da a los bomberos encontrarnos estos hidrantes en medio de un incendio. Porque un camión de bomberos transporta unos 2.500 litros de agua y las lanzas que utilizamos tienen un caudal aproximado de 100 litros/min. Así que en 25 minutos tienes que abandonar el lugar para buscar un hidrante y seguramente cuando vuelvas si no quedó bien apagado y sigue existiendo combustible, tendrás que volver a empezar.
El diseño de las actuaciones en estas tipologías debe incluir la selección de especies vegetales y su disposición de forma que mejoren la respuesta frente a los incendios, cosa que no hace un cerramiento de tuyas de 4 metros de altura. Favorecer el acceso a los servicios de emergencias a todos los puntos de las fincas respetando anchuras de paso mayores de 2,60 m y sus radios de giro, 5,30 m interior y 12,50 m exterior. Y sobre todo la información y el asesoramiento al propietario para que sea consciente de la importancia de estas medidas y de un mantenimiento preventivo. Puesto que cada caso habrá que estudiarlo con detenimiento y de forma prestacional, no prescriptiva.
Este año ha sido especialmente trágico, pero la estadística nos habla de cifras parecidas años tras año (300.000 hectáreas/año). Desgraciadamente el modelo de gestión administrativa y la climatología no van a mermar estas estadísticas. No sabemos cuándo ni donde, pero tenemos la certeza de que este daño volverá a ocurrir y solo podemos hacer una cosa: Estar preparados.
Desde aquí me ofrezco voluntariamente a responder cualquier consulta relacionada con vuestros proyectos en pro de la mejora de la resiliencia y la respuesta de nuestros proyectos arquitectónicos frente al fuego.
San Vicente de Leira: la vida antes y después del incendio




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