Mercè Rius, arquitecta técnica. Crónica de un viaje a Chicago: 3
A finales del siglo XIX, Chicago se convirtió en un laboratorio de innovación arquitectónica tras el gran incendio de 1871. La necesidad de reconstruir una ciudad entera desde cero propició la aparición de nuevas soluciones constructivas. Entre ellas, una de las más revolucionarias fue la conocida como «ventana de Chicago», una tipología que combinaba grandes paños acristalados fijos con elementos practicables laterales. Su aparición marcó un antes y un después en el diseño de fachadas.
El desarrollo del acero estructural y la fabricación de vidrio plano permitieron abandonar los muros de carga y abrir grandes huecos en fachada. Así, arquitectos como William Le Baron Jenney, Louis Sullivan o Burnham y Root comenzaron a utilizar una composición tripartita: un gran panel fijo central flanqueado por dos hojas abatibles o de guillotina, todo ello integrado en una crujía estructural completa. Esta solución, que combinaba luz natural y ventilación, no solo era funcional sino también estéticamente coherente con la nueva arquitectura racionalista.
Composición técnica y ventajas funcionales
La ventana de Chicago se define por una composición sencilla pero extremadamente eficaz:
- Panel fijo central de vidrio sin parteluces, que garantiza una entrada generosa de luz natural.
- Dos hojas laterales practicables, generalmente ventanas de guillotina vertical, que permiten la ventilación sin sacrificar iluminación.
- Marco metálico delgado, posible gracias al uso del acero, que reduce la sección estructural necesaria.
Su disposición rítmica a lo largo de las fachadas facilitó una imagen moderna y repetitiva, ideal para edificios de oficinas. Además, permitía reducir el uso de iluminación artificial y mejorar las condiciones de confort térmico y ambiental mucho antes de que existiera el aire acondicionado. Fue una ventana al progreso, literalmente.
De Chicago al mundo: influencia y adaptaciones
El primer edificio en utilizar esta tipología fue el Home Insurance Building (1884), pero fue en el Reliance Building (1895), de Charles B. Atwood, donde alcanzó su expresión más icónica. También se encuentra en obras como el Marquette Building o los grandes almacenes Carson Pirie Scott. Su influencia se extendió más allá de EE. UU. y llegó a Europa con diversas reinterpretaciones.
En España, la influencia de la ventana de Chicago se detecta especialmente entre los años 20 y 50 del siglo XX. El Edificio Telefónica de Madrid (1929), proyectado por Ignacio de Cárdenas, incluye ventanas tripartitas similares. En Barcelona, destacan el Casal de Sant Jordi (Casa Tecla Sala), el Edificio Cambó o el antiguo Banco de Bilbao en Plaça Catalunya, que muestran una organización modular y simétrica de huecos reminiscentes de la tipología americana. El Edificio Cervera en Valencia también adopta una composición tripartita en fachada que recuerda directamente a este sistema.
Estructura, luz y progreso en la arquitectura moderna
La lógica funcional de la ventana de Chicago sigue vigente en la arquitectura contemporánea. Muchas fachadas actuales combinan grandes paños fijos centrales con ventanas operables laterales, integrando tecnologías como:
- Vidrios de control solar y térmico.
- Marcos de aluminio con rotura de puente térmico.
- Sistemas de ventilación natural pasiva.
Estudios como Studio Gang o SOM en Estados Unidos, y Batlleiroig, b720 Fermín Vázquez o Ábalos+Sentkiewicz en España, han reinterpretado esta tipología en clave sostenible, apostando por fachadas modulares, ligeras y eficientes.
La ventana de Chicago fue mucho más que un recurso formal. Representó un cambio profundo en la forma de entender la arquitectura: una transición de lo masivo a lo ligero, de lo decorativo a lo funcional, de lo cerrado a lo transparente. Su legado está presente en nuestras ciudades y también en nuestra manera de concebir los espacios de trabajo y habitación. Una ventana que, sin duda, abrió el camino hacia la modernidad arquitectónica.

