En uno de los puntos más simbólicos del litoral barcelonés, junto a la histórica Torre del Reloj y al acceso del muelle pesquero, se levanta la nueva lonja de pescadores del Puerto de Barcelona, un equipamiento contemporáneo que redefine el vínculo entre la ciudad y su actividad marítima; la lonja no solo da respuesta a las exigencias funcionales de la actividad pesquera y comercial, sino que también propone un modelo de apertura, pedagogía y sostenibilidad en un contexto urbano complejo.
La nueva lonja ocupa una superficie construida de 3.314 metros cuadrados en el Moll de Balears y ha sido promovida por el Port de Barcelona, con la ejecución a cargo de FCC Construcción y la asistencia técnica de Fran Godoy (Meta Engineering). El proyecto ha sido recientemente reconocido con el Premi Ciutat de Barcelona 2024 de Arquitectura y Urbanismo, como muestra del impacto que ha generado tanto por su calidad arquitectónica como por su capacidad de diálogo con el entorno.
Una arquitectura basada en procesos, recorridos y comunidad
El conjunto se estructura en tres volúmenes independientes pero conectados por pasarelas y porches cubiertos, facilitando la circulación protegida de las mercancías y el personal, así como la clara diferenciación de usos. Cada bloque responde a una función específica dentro del proceso pesquero: el bloque norte, situado junto al acceso al muelle, se destina a los compradores; el bloque sur alberga el almacén de cajas, la fábrica de hielo y la cantina para uso exclusivo de los pescadores; y el bloque central, ligeramente retirado respecto a los otros dos, acoge la sede administrativa de la Cofradía de Pescadores y las oficinas de gestión.
Este esquema funcional busca no solo la eficiencia operativa, sino también mejorar las condiciones de trabajo del sector, dignificando su actividad y facilitando su visibilidad pública. Una de las decisiones clave del diseño ha sido incorporar una pasarela elevada perimetral, accesible desde la calle a través de una rampa situada junto a la Torre del Reloj. Esta pasarela permite a la ciudadanía y a los visitantes observar las operaciones de descarga y subasta del pescado sin interferir en las tareas profesionales, creando una experiencia de aprendizaje única y preparando el terreno para un futuro restaurante, que reforzará el carácter híbrido del edificio entre lo productivo y lo urbano.
Materiales y soluciones técnicas en clave industrial
Uno de los rasgos más distintivos del proyecto es su envolvente exterior, realizada con paneles de fundición de aluminio creados mediante coladas por gravedad en moldes de acero. Este sistema aporta un carácter industrial, robusto y visualmente potente, en consonancia con el entorno portuario, pero también introduce textura, control climático y durabilidad.
Además de su imagen contemporánea, el edificio se adapta a las necesidades de higiene, ventilación, trazabilidad y eficiencia energética, propias de un espacio destinado al manejo de productos alimentarios frescos. La organización de los recorridos, los patios de servicio y los accesos diferenciados responden a una planificación milimétrica de los flujos logísticos, que incluyen desde la llegada de las embarcaciones hasta la salida del producto hacia su comercialización.
Un nuevo referente urbano-portuario
La lonja no es solo un nuevo equipamiento para el sector primario: se convierte en un gesto urbano que reactiva la relación entre el puerto y la ciudad. En lugar de ocultar la actividad pesquera, la muestra, la hace visible y comprensible, convirtiendo un espacio antes cerrado en un lugar de encuentro, memoria y proyección.
En un momento en que los puertos redefinen su papel en las ciudades contemporáneas, el proyecto de OAB ofrece una respuesta ejemplar: une eficiencia funcional con sensibilidad urbana y lenguaje arquitectónico potente. La lonja de Barcelona no solo organiza la actividad pesquera del presente, sino que también construye un nuevo relato colectivo sobre el mar, la ciudad y quienes trabajan entre ambos mundos.
Fotos de Joan Guillamat









Una lonja para mirar el mar: arquitectura como vínculo entre ciudad y oficio
El nuevo edificio para la subasta de pescado en el Port de Barcelona abre un diálogo inédito entre el sector pesquero y la ciudadanía, activando la memoria colectiva y resignificando el paisaje portuario
Barcelona es una ciudad acostumbrada a mirar al mar, pero no siempre a entenderlo. La vida portuaria, con sus oficios, tiempos y dinámicas propias, ha permanecido durante décadas en la sombra para gran parte de la población. La nueva lonja de pescadores del Port de Barcelona —diseñada por el estudio OAB— irrumpe en este paisaje como un puente entre dos mundos: el de los profesionales del mar y el de una ciudadanía cada vez más interesada en recuperar vínculos con su litoral.
El edificio no solo reorganiza la actividad pesquera desde un punto de vista logístico. También visibiliza un oficio milenario, dignifica sus condiciones y lo sitúa en el centro de una narrativa urbana que incluye la historia, la sostenibilidad alimentaria y el patrimonio intangible. En este sentido, la lonja se convierte en equipamiento cívico, no solo productivo.
Una arquitectura que enseña y no esconde
La pasarela pública que rodea el edificio —accesible desde la Torre del Reloj— permite por primera vez a vecinos, escolares y visitantes ver cómo se descarga el pescado, cómo se organiza la subasta, cómo se prepara para su distribución, sin interferir en la actividad diaria. Este gesto, aparentemente sencillo, tiene un enorme valor simbólico: transforma la lonja en una infraestructura pedagógica, en un lugar donde entender de dónde vienen los alimentos y cómo se sostienen los circuitos de proximidad en la cadena alimentaria.
La arquitectura, así, despliega una función social al abrir espacios que antes eran opacos. Y lo hace sin artificios, desde la claridad funcional, el respeto al entorno y una materialidad que remite al trabajo portuario sin caer en la nostalgia.
Rehabilitar la relación con el puerto
La transformación urbana de Barcelona a lo largo de los últimos 40 años ha potenciado el frente marítimo como lugar de ocio y turismo, pero ha relegado en muchas ocasiones la dimensión productiva del puerto. El proyecto de la lonja rompe con esa tendencia y reivindica que el puerto también puede ser espacio de ciudadanía, de actividad económica integrada y de cultura local.
El edificio no se presenta como un icono ni como un hito aislado. Se inserta con naturalidad en la trama portuaria y, al mismo tiempo, restituye un lugar a los pescadores y a su comunidad. En un tiempo de grandes desafíos urbanos, donde la vivienda, el acceso a recursos y la emergencia climática tensionan las ciudades, esta intervención ofrece un modelo más sostenible, más justo y más comprometido con los oficios que dan forma a nuestro día a día.
Más allá de lo visible
La lonja del Port de Barcelona habla también del derecho a conocer y a pertenecer. Y lo hace a través de una arquitectura que no necesita gritar, sino que dialoga con la historia, con los materiales del lugar y con las personas que lo habitan. Este proyecto demuestra que las infraestructuras no son solo máquinas eficientes: también pueden ser espacios de memoria, de identidad y de futuro compartido.