Por Iñaki Ábalos
Este artículo editado por Javier García-Germán y Alejandro Valdivieso, y los coeditores invitados: Silvia Benedito y Eduardo Prieto, se publicó previamente en el número 388 de la revista Arquitectura del COAM, dedicado al clima. Construnews agradece al Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid COAM, la posibilidad de reproducirlo.
Admitámoslo como hipótesis científica verdadera: si al orden cósmico le da por decidir, con la arbitrariedad a la que nos tiene acostumbrados, que ha llegado el momento de una nueva glaciación o calentamiento global del planeta, lo que podamos hacer los arquitectos y en general los humanos es irrelevante. Venimos del ocaso de una glaciación y volveremos a desaparecer cuando las condiciones de vida no nos permitan la subsistencia. La presunción de que está en nuestras manos evitar la aceleración del proceso es mucho más moralista que realista. Pero al menos nos exime de cierto malestar por la micro- responsabilidad adquirida y quizás podamos contribuir a retrasar unos minutos la irreversibilidad de los procesos térmicos del sistema solar del que dependemos, poco más podemos esperar si somos serios. Mencionar algunas paradojas quizás pueda contribuir al menos a contestar las escalas en las que se mueve el globo y la vida, esa cosa que «gira infinita senza un perché» (Nada dixit) y del diseño arquitectónico.
Mies
Quizás la mayor lección acerca del alcance de lo que está en manos de la arquitectura fuese dada ya hace algún tiempo por el nietzschiano maestro de la modernidad, Mies van der Rohe, cuando, cerca del final de sus días, el reto de realizar en Cuba una maravillosa factoría para Bacardí se truncó y tuvo el arrojo de darle nueva vida poco después, cuando se le ofreció la oportunidad de realizar un gran Museo en su ciudad, Berlín y, con su peculiar talento y parsimonia, le bastó con cambiar el color de la sala ideada para Bacardí, un blanco inmaculado que originalmente mitigaba el efecto de la radiación tropical, convirtiéndolo en un negro profundo que permitía absorber la radiación en la masa de acero y contribuir a calentar así el espacio interior pasivamente —y, por supuesto, dotar de toda la sobriedad y elegancia lo que unos instantes antes celebraba la luminosa alegría del pueblo y paisaje tropical cubano—.
El taciturno y grandioso Mies nos decía así con claridad que el contexto cambia, pero las ideas arquitectónicas son universales si son auténticas ideas arquitectónicas.


FIG 01. Mies van der Rohe, maqueta del edificio de oficinas para Ron Bacardi en Santiago de Cuba (1957). [Drexler, Arthur (ed.), *The Mies van der Rohe Archive*, Nueva York, Garland, 1986]
FIG 02. Mies van der Rohe, imagen de la Neue Nationalgalerie en Berlín (1968) [Reinhard Friedrich]
Branzi
Contemplamos con asombro las imágenes casi idénticas de la maravillosa No-Stop City de Andrea Branzi —o los proyectos de sus amigos de Superstudio— y las universalmente criticadas imágenes de The Line: la atopía de Branzi y las fantasías tecnológicas saudíes se parecen como dos gotas de agua, pero su percepción por la profesión no podía ser más dispari Mientras el nihilismo de Branzi nos permite, con su austeridad emocional, contemplar manteniendo sentimientos encontrados una respuesta de gran intensidad y precisión, la ingente inversión tecnológica saudí produce un rechazo visceral en la profesión hacia esta utopía tan próxima al mundo imaginario de Asimov (que ya propuso ejes lineales de urbanización basados en tres cintas de transporte a diferentes velocidades e intercambiables como mecanismo de una Ciudad Lineal de cuyos profetas fue gran pionero Arturo Soria, como bien sabemos)i Empatía hacia el nihilismo sofisticado de la No- Stop City; rechazo ideológico, teñido quizá de una mezcla de envidia y supremacismo, ante la posibilidad de hacer realidad una inversión gigantesca en recursos y tecnologías hipotéticamente segregacionista. Sin embargo, ambas propuestas, desnudadas de supuestos prejuicios, son las dos más interesantes y posiblemente más realistas en su visión de hacia dónde van tanto nuestros procesos imparables de crecimiento demográfico (India, China, Vietnam, Filipinas…) como nuestros recursos tecnológicos medioambientales (alguien se cree aún lo de la ciudad de los quince minutos?)i Pensar el cambio climático considerando las ideas de Andrea Branzi y de The Line al menos nos permite cuestionar la forma ñoña de pensar nuestro presente y futuro inmediato.


FIG 03. Superstudio (Cristiano Toraldo di Francia, Gian Piero Frassinelli, Alessandro Magris, Roberto Magris, Adolfo Natalini), El Monumento Continuo, Alpine Lakes, proyecto (perspectiva, 1969). [Museum of Modern Art (MoMA)]
FIG 04. The Line, ciudad del futuro en Arabia Saudí. [Neom]
Beige
La forma ñoña, sin embargo, arrasa en el contexto emocional y cultural de los países instalados en su confort zone; una situación que se parece demasiado y cada vez con más precisión a la del viaje del Titanic. Triunfa la lucha contra el cambio climático mediante elementos decorativos que hacen furor: el color beige y el color arena de Formentera han inundado la decoración de locales comerciales y viviendas de todo el país en suelos, paredes, fachadas… Incluso las luminarias han abandonado la luz fría, sustituida por reconfortantes coloraciones del nuevo tono de moda: un mundo suave, íntimo y ‘cuqui’ parece ser la única respuesta que la profesión está esgrimiendo actualmente, moda hecha de materiales naturales ( hay otros?) y tonos tenues i El well-being y el Passivhaus —ya sólo con sus nombres— nos hablan de lo que el occidente con mala conciencia produce como consolador medioambiental de la arquitectura y el urbanismo contemporáneos…
Argelia
Nos envía el profesor Eduardo Prieto desde Argelia un reportaje hecho con su cámara de fotos termográfica. Allí ha ido para visitar unos poblados tradicionales inmersos en una de las zonas climáticas más duras del planeta.
Poblados de arcilla, casi imitación de las magníficas ciudadelas que construyen las termitas y que, también, el experto en termodinámica Salmaan Craig ha estudiado sistemáticamente desde hace décadas la arcilla, modelando habitáculos, junto con los pocos árboles que se logran mantener en el pequeño oasis de este poblado de Argelia consiguen que —sobre las copas y al sol, la temperatura ambiente roza y supera los cuarenta grados en estos espacios refrigerados pasivamente por materiales porosos— la sombra de los árboles, el agua y el poco viento que pueda generarse produzca que la temperatura baje a los 19-18 grados, como atestiguan las imágenes que nos envía. Es asombroso el documento que nos manda y es asombroso también comprobar desde Argelia la analogía entre el pensamiento de Mies y la realidad del oasis argelino. ¿Dónde estamos entonces? Quizá venga bien atender a estas imágenes para ayudarnos a comprender nuestros límites como arquitectos y la sujeción a procesos cuya fuerza supera nuestros deseos de una «vida en beige».


FIG 05. El arquitecto y profesor de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), Alejandro García Hermida, en el Jardín Botánico de Argel (abril de 2024). [Eduardo Prieto]
FIG 06. Termografía (fig. 05). [Eduardo Prieto]


FIG 07. Ouled Said, Argelia. [Eduardo Prieto] FIG 08. Termografía (fig. 07). [Eduardo Prieto]
Dos trogloditas
Nadie hubiera podido imaginar que dos personalidades tan dispares como Fernando Higueras y César Manrique llegaran a ser almas gemelas. La casa de César en Camorritos (Cercedilla, Madrid) fue la primera vivienda que hizo Fernando y el principio de una amistad inquebrantable de la cual tuve el lujo de ser testigo durante varios años, aún en vida de Fernando. Imposible imaginar que semejante entendimiento fuera posible entre caracteres y biografías tan distintas a las que sólo unía una idea: la persecución de la belleza, que llevó a fundir sus biografías en un tándem hasta el punto de que su forma de vivir como adultos acabó asemejándose más de lo que pudiéramos imaginar…: César adquirió el terreno de lo que ahora es su Fundación en la isla de Lanzarote, terreno que consistía en un conjunto de oquedades volcánicas subterráneas en las que, retocando apenas los espacios volcánicos con pintura blanca y muebles italianos de diseño, vivió feliz creando uno de los espacios residenciales más bellos de la triste España franquista.
Fernando, tras su separación matrimonial, excavó un cubo de tierra en un lateral del jardín donde había vivido con su familia; el vacío, un cubo de 9x9x9 metros, le sirvió de vivienda —el «rascainfiernos», lo llamaba— y, además de lograr un confort interior anual sin costes, se ha ido convirtiendo con el tiempo en un museo imprescindible para todos los aficionados a la arquitectura de Higueras. Ambos estaban interesados y preocupados por desarrollar formas y tipologías del máximo confort pasivo, doy fe porque tuve el honor de trabajar con ambos en estos temas. El tiempo les ha ido dando la razón: sus visionarias intervenciones residenciales nos enseñan cómo podría ser una nueva pauta del habitar si no nos dominase la rutina tipológica ni nos faltase imaginación. Ellos encontraron, fundiendo cultura y naturaleza, fórmulas más eficaces y económicas que las de todos los sellos de certificación medioambiental actuales y lo que es más importante: más bellas. Da que pensar…


FIG 09. César Manrique, casa-estudio en Lanzarote (1968). [Fundación César Manrique]
FIG 10. Fernando Higueras, casa subterránea (rascainfiernos) en Madrid (1975) [Fundación Fernando Higueras]
Coda
Lo que puede parecer extemporáneo, producto exclusivo de personajes insólitos (César, Fernando, Eduardo, Salmaan, Andrea, Ludwig…) cuando se presenta como conjunto orgánico conforma una lección magistral, mezcla de realismo y fantasía: quizás la única actitud que permita afrontar con inteligencia, sin recetas cursis ni grandiosas, el futuro climático que ya está aquí.