La arquitectura ya no puede limitarse a responder encargos. Debe anticipar necesidades, generar cohesión social y liderar procesos de transformación ecosistémica, articulando datos, diseño y política pública
Durante su ponencia en Construction2Future 2025, Marta Vall-llossera, presidenta del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España (CSCAE), trazó una hoja de ruta clara para repensar el papel de la arquitectura en un contexto de emergencia climática, transición digital y transformación urbana. Su intervención combinó visión institucional, perspectiva de género, sensibilidad social y una lectura crítica de los datos sobre edificación y vivienda en España.
Vall-llossera comenzó subrayando que “la innovación en arquitectura no es solo cuestión de materiales o tecnologías, sino de cómo y para quién se proyecta”. En este sentido, defendió una arquitectura centrada en las personas, orientada al bienestar colectivo y comprometida con los desafíos del presente. Hizo referencia al informe del CSCAE sobre el parque edificado nacional, destacando que más del 80% de los edificios actuales tienen una eficiencia energética deficiente y presentan graves carencias en accesibilidad y confort climático.
Su intervención fue especialmente reveladora al incorporar métricas que vinculan el estado del parque construido con indicadores sociales y de salud. Por ejemplo, citó que un 13% de la población española sufre pobreza energética, y que las viviendas mal aisladas incrementan en más de un 30% el riesgo de patologías respiratorias crónicas. Estas cifras refuerzan la urgencia de abordar la rehabilitación energética desde una perspectiva no solo técnica, sino de justicia social.
También destacó el papel del diseño en la generación de entornos más resilientes y cohesionados. En un momento donde la digitalización y la inteligencia artificial empiezan a formar parte del proceso proyectual, Vall-llossera hizo un llamamiento a utilizar estas herramientas para democratizar el acceso a la vivienda, mejorar la participación ciudadana en el diseño de los entornos y fortalecer la colaboración entre disciplinas. Subrayó que “los datos deben usarse para reducir brechas, no para amplificarlas”.
Entre los retos mencionados, destacó la necesidad de incorporar metodologías colaborativas, la inclusión de criterios de economía circular en los proyectos arquitectónicos, y la urgencia de adaptar el urbanismo a una escala más humana, flexible y equitativa. La presidenta del CSCAE defendió también el papel de los concursos públicos como palanca de calidad e innovación, y reclamó que la administración pública asuma un rol más activo en la activación de proyectos transformadores.
Su intervención concluyó con un mensaje claro: la arquitectura debe recuperar su papel como proyecto cultural, social y político. Y hacerlo desde la ética del cuidado, el rigor técnico y el uso inteligente de los datos. “No hay innovación sin responsabilidad. No hay sostenibilidad sin equidad. Y no hay futuro sin arquitectura comprometida”, concluyó.
Un discurso que pone de relieve que el cambio no vendrá solo de las soluciones tecnológicas, sino del modelo de relación que se construya entre instituciones, ciudadanía, diseñadores y territorio. Una arquitectura que, más que construir edificios, construya futuros habitables.
