Las escaleras y los escalones son considerados, con razón, como unas de las barreras arquitectónicas que más limitan la libertad de movimiento de las personas en silla de ruedas o con dificultades para caminar, incluso temporales. Pero las escaleras y los escalones, si están mal diseñados, también constituyen una barrera y un peligro para quienes simplemente ven poco. Se trata de un número elevadísimo de personas “invisibles”, que no se identifican fácilmente como personas con discapacidad, pero que existen y serán cada vez más numerosas, ya que la edad media de la población está aumentando progresivamente.

Lucia Baracco, arquitecta con baja visión, autora del libro Barriere percettive e progettazione inclusiva. Presidenta de Lettura Agevolata
Peligros invisibles
Si una escalera o un escalón no son visibles ni legibles como estructura, pueden provocar caídas y accidentes, que en personas mayores pueden derivar en traumatismos graves e incapacitantes. Basta pensar en las escaleras de una iglesia, un museo u otro edificio público, las escaleras interiores de una vivienda o una estación de tren; incluso los pequeños desniveles en una acera o dentro de un espacio público.


Fig. 1. ¡No es lo mismo subir que bajar las escaleras! Las dos imágenes muestran algunas rampas de escaleras vistas en bajada (izquierda) y en subida (derecha). La peligrosidad de la bajada, para cualquiera, es evidente.
Los problemas de percepción o de lectura del perfil de una escalera o de cualquier desnivel son mayores al descender, ya que al subir el ojo recibe más información visual por la alternancia entre contrahuella y huella, planos que la luz refleja de forma diferente. Al bajar, la falta de una señalización clara y contrastada del escalón crea un efecto de “plano continuo” que, sin ofrecer referencias visuales suficientes, puede generar, en quienes ven poco, auténticas sensaciones de pánico o, en el mejor de los casos, una fuerte inseguridad al caminar. Si además faltan referencias laterales (cuando la escalera es muy ancha o no hay pasamanos visibles), la percepción del desnivel se vuelve aún más difícil, aumentando enormemente el riesgo de caídas.


Fig. 2. Algunos detalles de escaleras vistas desde arriba, diferentes por materiales (granito, moqueta, madera, ladrillo, mármol, goma negra), pero con un denominador común: es imposible percibir los desniveles. Y estas son imágenes nítidas… imaginemos lo que ve una persona con baja visión, o con una simple miopía o cataratas leves.
Esto afecta no solo a las personas con baja visión —que paradójicamente están más acostumbradas a ser cautelosas—, sino a cualquiera, especialmente a personas mayores. Numerosos estudios han demostrado que aproximadamente el 76% de las fracturas óseas se deben a dificultades de percepción visual del entorno. Se estima que en las próximas décadas más del 35% de la población mayor se enfrentará a problemas similares, sumando a la pérdida natural de agudeza visual una menor capacidad de reacción, lo que incrementa los riesgos.
¿Una cuestión normativa o de sentido común?
La ausencia de señales visuales útiles para detectar desniveles genera peligros para todos. Son verdaderas barreras arquitectónicas, aunque “invisibles”, que deben ser reconocidas primero y luego eliminadas mediante un diseño atento, basado en los principios del Diseño Universal.
El Diseño Universal propone una metodología que busca crear espacios, objetos y servicios accesibles a todas las personas, sin adaptaciones especiales ni renunciar a la estética. De sus 7 principios, aquí es clave el cuarto: la perceptibilidad de la información. Aunque estos principios son generales, la solución está en la calidad del proyecto… y en el sentido común.
El caso de Venecia
Un ejemplo histórico de buen sentido lo ofrecen los antiguos venecianos, que ya en el siglo XV reemplazaban sus puentes de madera por estructuras de piedra, utilizando de forma inteligente materiales como la blanca piedra de Istria y la trachita oscura. Alternaban ambos materiales para señalar huellas y contrahuellas, facilitando la lectura del puente incluso con poca luz, como la de la luna.


Fig. 3. Los tradicionales puentes de Venecia con piedra de Istria blanca y trachita oscura permiten leer perfectamente los escalones, incluso de noche.
Los pocos puentes de madera restantes (cerca del 10%) han sido mejorados en las restauraciones con elementos metálicos que marcan los escalones, haciendo su estructura más segura para todos.



Fig. 4. El puente de madera de la Accademia en Venecia, antes y después de su restauración.
Un problema universal
Aunque en Venecia las soluciones se han impuesto por necesidad, el problema es global. Cada escalera o escalón debería diseñarse con igual atención. Sin embargo, muchas veces ni siquiera los profesionales encargados de garantizar la accesibilidad consideran estos aspectos. En Italia, especialmente, muchas intervenciones en espacios públicos o estaciones se enfocan exclusivamente en personas ciegas, con soluciones exageradas que no ayudan al resto. Abundan las guías podotáctiles en suelos planos, pero faltan marcas de escalón, o están mal ubicadas, convirtiendo las escaleras en trampas.



Fig. 5. Tres ejemplos de soluciones exclusivas para ciegos, que ignoran las necesidades de los demás, incluyendo personas con baja visión. Respuestas desequilibradas y muy alejadas del Diseño Universal.
Muchos arquitectos famosos han tenido que intervenir años después de finalizar una obra para corregir este problema. Algunos con acierto, otros no tanto:
- Bob Venturi adaptó los escalones interiores del ala Sainsbury de la National Gallery de Londres.
- En cambio, la Biblioteca Nacional de Francia en París apenas resolvió el problema con pasamanos aislados que rompieron con el diseño original de Dominique Perrault sin solucionar realmente la falta de legibilidad.



Fig. 6. Izquierda: escalinata del ala Sainsbury en Londres. Derecha: escaleras exteriores en la Biblioteca Nacional de Francia en París.
En el British Museum, tanto el edificio histórico como la ampliación de Norman Foster ofrecen buenos ejemplos de soluciones elegantes y funcionales.



Fig. 7. Museo Británico de Londres: izquierda, escalera del edificio principal; derecha, escalera del ala diseñada por Foster.
¿Y qué decir de las interminables escaleras con carteles de “Cuidado con el escalón”? Avisos que tranquilizan conciencias, pero no resuelven nada. Lo mejor es integrar desde el inicio soluciones permanentes y eficaces, evitando parches poco estéticos y de mantenimiento constante.
Hacer los espacios legibles es un reto más para arquitectos y diseñadores. Pero también es una necesidad ética. Este es un problema universal que nos afecta a todos, y está íntimamente ligado al confort ambiental, pilar fundamental de una arquitectura verdaderamente sostenible.

Este y otros temas se abordan en el libro:
“Barriere percettive e progettazione inclusiva. Accessibilità ambientale per persone con difficoltà visive”, Lucia Baracco. Ediciones Centro Studi Erickson, 2016, 2024.
ISBN: 978-88-590-4231-0
También en formato e-book.
La edición impresa se puede solicitar a Lettura Agevolata odv