En Sainte-Thérèse, una pequeña ciudad al norte de Montreal, el estudio ACDF Architecture ha creado junto a Stantec un edificio que transforma la idea de centro de readaptación juvenil. El Centre de réadaptation pour jeunes en difficulté d’adaptation (CRJDA) parte de una premisa sencilla y profunda: la arquitectura no cura, pero puede ayudar a sanar.
El resultado es una construcción que rehúye los códigos tradicionales de lo institucional —rígidos, asépticos, defensivos— para ofrecer un entorno sereno y humano, pensado para acompañar los procesos de rehabilitación de jóvenes en situaciones de vulnerabilidad.
Materialidad suave, arquitectura de confianza
El proyecto se apoya en una materialidad amable, donde la madera, las curvas y los tonos pastel sustituyen al hormigón frío y las líneas rectas. Las fachadas combinan paneles de color dispuestos aleatoriamente y paños de madera que evocan más un hogar que una institución.
“Queríamos darle forma a la confianza”, explica el arquitecto Joan Renaud, socio de ACDF.
“No una arquitectura que diga ‘te vigilo’, sino ‘estoy aquí’”.
La organización espacial también rompe con la rigidez: los recorridos son fluidos, sin pasillos interminables, y los espacios se abren a la luz y al paisaje. Todo el conjunto transmite serenidad sin debilidad, estructura sin control.
Aprender y habitar sin miedo
El centro se estructura en cuatro alas diferenciadas. La primera acoge las zonas educativas —aulas, biblioteca, gimnasio y despachos—, concebidas para fomentar la atención y la autoestima. Cada aula se distingue por un umbral de color que facilita la orientación y la autonomía, y los interiores incluyen rincones informales que permiten aprender de manera más libre y adaptable.
El recorrido entre esta ala y las unidades residenciales se realiza por un pasaje central que actúa como umbral simbólico entre el ámbito escolar y el doméstico. Este “corredor de transición” se abre a jardines y terrazas elevadas, donde la naturaleza acompaña el proceso de sanación y reduce la tensión emocional.
Espacios que acompañan
En las unidades residenciales, cada habitación se concibe como un refugio cálido, con paredes de madera y luz tamizada. Las áreas comunes fomentan la convivencia y el diálogo, diluyendo los límites entre lo privado y lo colectivo. La oficina del personal ocupa un lugar central y visible, pero discreto: representa una presencia vigilante sin control, basada en la proximidad y la confianza.
La seguridad, lejos de ser un sistema opresivo, está integrada en la propia organización del edificio: circulaciones claras, mobiliario integrado, y recorridos discretos que permiten actuar con rapidez ante una crisis sin exponer ni estigmatizar.
La naturaleza como aliada terapéutica
El paisaje forma parte esencial de la experiencia. Los exteriores del CRJDA se organizan en cuadrantes temáticos que combinan deporte, contemplación e interacción social. Una franja boscosa perimetral filtra los límites y oculta los vallados, eliminando la sensación de encierro.
El resultado es una arquitectura permeable, que conversa con el entorno y ofrece un marco sereno para la reconstrucción personal.
Arquitectura que acompaña el tránsito
Más que un lugar de encierro, el CRJDA Sainte-Thérèse es un espacio de paso, de transformación.
“Buscábamos una arquitectura que una a las personas, no que las separe”, resume Renaud.
El edificio se convierte así en un mediador entre jóvenes y educadores, entre el cuidado y la autonomía, entre el dolor y la esperanza. Una arquitectura silenciosa y empática que demuestra que la belleza también puede ser una forma de cuidado.
Fuente: www.v2com-newswire.com. Fotografías: © Adrien Williams









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