La IA asume labores rutinarias como el cálculo estructural o la gestión logística, pero jamás reemplazará la visión, la intuición y la sensibilidad estética del arquitecto.

Por Saül Gordillo, Periodista y Autor del boletín Algoritmo Transparente
La inteligencia artificial no ha llegado para sustituir a los arquitectos ni a los constructores. Ha llegado para reivindicar precisamente lo que hace única a la profesión: la creatividad, la intuición y el juicio crítico que ninguna máquina puede replicar. El desafío real de la IA en la arquitectura no es técnico, sino filosófico: ¿cómo aprovechar su potencial sin perder el control humano sobre la creación de nuestros espacios vitales?
Para los profesionales de la arquitectura y la construcción, la inteligencia artificial es ya una aliada imprescindible que asume funciones repetitivas, monótonas y mecánicas. Por ejemplo, en el cálculo estructural de grandes edificaciones como la Sagrada Familia o en el seguimiento en tiempo real del rendimiento energético en viviendas sostenibles del barrio barcelonés de la Marina del Prat Vermell. La IA permite optimizar al milímetro aspectos técnicos que anteriormente absorbían demasiado tiempo del arquitecto, liberándolo así para tareas de verdadero valor humano añadido.
Además, la IA juega un papel fundamental en la gestión logística, planificación de recursos y control de costes, ayudando a reducir errores humanos en la fase de construcción y rehabilitación. Por ejemplo, en proyectos de rehabilitación del Eixample o en la recuperación de masías catalanas, los sistemas inteligentes pueden predecir con precisión los plazos y costes, evitando sorpresas desagradables durante la ejecución de la obra.
También en el terreno burocrático y administrativo la IA promete revolucionar la gestión documental, el papeleo y el cumplimiento normativo. El procesamiento automático de solicitudes, licencias, permisos urbanísticos o certificaciones energéticas, podría ahorrar horas y días de trabajo actualmente dedicados a tareas que aportan poco valor al proceso creativo o técnico. Sin embargo, la interpretación precisa y justa de normativas complejas o la negociación con administraciones públicas seguirá requiriendo el criterio y la responsabilidad de profesionales experimentados.
La Escola Sert, el centro de formación del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya (COAC), ha publicado contenidos que exploran cómo la IA puede optimizar procesos como la renderización arquitectónica y la generación de planos, destacando su potencial para ahorrar tiempo en tareas repetitivas y permitir a los profesionales centrarse en aspectos más creativos del diseño.
El avance tecnológico lleva inevitablemente a reflexionar sobre qué perfiles laborales podrían desaparecer en los próximos años. Probablemente, tareas muy específicas de delineación, cálculo estructural básico o control administrativo de obra se vean parcialmente automatizadas, poniendo en riesgo ciertas funciones muy repetitivas. Por el contrario, surgirán nuevos perfiles profesionales altamente especializados en gestión y supervisión de tecnologías inteligentes, expertos en sostenibilidad aplicada mediante IA o gestores estratégicos de proyectos integrados, capaces de liderar equipos interdisciplinarios formados por humanos y máquinas.
Pero no nos engañemos: ningún algoritmo podrá jamás sustituir la capacidad humana para interpretar el contexto cultural, social e histórico de un lugar. La sensibilidad del arquitecto es insustituible a la hora de proyectar espacios que generen emociones y experiencias, como ocurre con el exquisito minimalismo mediterráneo de proyectos como la Casa Gomis en El Prat de Llobregat o la poética integración paisajística del esperado Túnel de Glòries.
El impacto real de la inteligencia artificial en la arquitectura y la construcción no es una amenaza, sino una oportunidad extraordinaria. Si sabemos poner la tecnología al servicio del talento humano, la arquitectura catalana y española tiene ante sí un futuro brillante y prometedor.