
Sonia Hdez-Montaño, arquitecta especialista en bioconstrucción y arquitectura saludable. Fundadora del estudio Arquitectura Sana
En los últimos años, la palabra sostenibilidad se ha asociado cada vez más a soluciones tecnológicas: placas solares, sistemas domóticos, bombas de calor, sensores inteligentes… Sin embargo, esa visión, que no niego que puede ser útil, corre el riesgo de simplificar el verdadero reto. La sostenibilidad real no empieza en los gadgets ni en la automatización. Empieza mucho antes: en el diseño arquitectónico, en la comprensión del clima, de los materiales y del comportamiento físico de los edificios. La tecnología es solo la guinda; el pastel es la arquitectura en sí misma, y me parece que la estamos dejando perder.
La sostenibilidad empieza en el diseño
En un clima mediterráneo, con veranos calurosos e inviernos suaves, es perfectamente posible construir edificios que no necesiten climatización ni refrigeración. ¿Cómo? Con arquitectura bioclimática, diseñando edificios en sintonía con su entorno: orientados correctamente a sur, usando de manera equilibrada el aislamiento y la inercia térmica, aprovechando la ventilación cruzada, captando el sol en inverno y protegiéndose de él en verano. Es un conocimiento ancestral, que puede ser actualizado y optimizado con criterios contemporáneos.
La base del confort está en la física de la construcción y los biomateriales
Los edificios verdaderamente sostenibles no dependen exclusivamente de máquinas, sino de leyes físicas. Usan correctamente la inercia térmica, el aislamiento, la higroscopicidad y la difusión del vapor de agua. Estas propiedades están presentes en muchos biomateriales naturales —como la tierra cruda, la cal, la madera, o el corcho— que, además de ser renovables y de bajo impacto ambiental, regulan la humedad, almacenan o disipan el calor y permiten que los edificios permitan la regulación de la humedad.
Estos materiales, ensamblados con óptimas estrategias bioclimáticas, permiten alcanzar un confort real sin necesidad de consumir energía. No se trata de volver al pasado, sino de aplicar el conocimiento científico de la física de los materiales al diseño contemporáneo.
Construir sin climatización ya es posible
No hablo de teorías: ya existen ejemplos construidos que demuestran que esta estrategia funciona, como las promociones de Peris+Toral Arquitectes o 08014 Arquitectura para el IBAVI (Instituto Balear de la Vivienda) que son referentes en este sentido: viviendas sociales que, gracias a una cuidada estrategia bioclimática y el uso de biomateriales locales, no requieren sistemas activos de climatización.
Además, el hecho de que se trate de vivienda social subraya aún más la urgencia y la importancia de aplicar estos criterios. Las personas en situación de vulnerabilidad son quienes más sufren los efectos de la pobreza energética en invierno y de los golpes de calor en verano. En estos contextos, tener que depender de sistemas activos, como el uso del aire acondicionado en verano, no es solo una cuestión de consumo energético, económico o de emisiones, sino de desigualdad.
Y lo que es aún más grave: el uso masivo del aire acondicionado en los entornos urbanos aumenta la temperatura exterior, expulsando calor al ambiente y empeorando las condiciones para quienes no pueden usarlo. En este sentido, la dependencia tecnológica no solo es ineficiente, sino que también puede ser antisolidaria. Por eso, construir viviendas que garanticen el confort pasivo y resiliente, sin necesidad de sistemas activos, no es solo una apuesta ecológica: es una cuestión de justicia social.
Desafíos culturales
El reto es cultural: debemos cambiar el chip de lo que entendemos por confort. No necesitamos vivir a 21°C constantes los 365 días del año. De hecho, es fisiológicamente negativo. Debemos aceptar ciertas oscilaciones térmicas, a usar el edificio de forma activa (cerrar persianas, ventilar por la noche) y a convivir con un confort más natural y más sensato.
Estas estrategias no son exclusivas de obra nueva. Se pueden aplicar, y con excelentes resultados, en la rehabilitación de edificios existentes. Intervenir con criterios bioclimáticos puede alargar la vida útil de los edificios, reducir su consumo energético y mejorar radicalmente la calidad de vida de sus habitantes sin necesidad de grandes inversiones tecnológicas.
Arquitectura por encima de la tecnología
Reivindico, por tanto, el valor real de la arquitectura ante la tecnología, que no niego, pero debe estar en un segundo plano. La sostenibilidad no se alcanza a golpe de máquinas, sino a través de la estrategia de proyecto y el uso y mantenimiento. Es el momento de devolver el protagonismo al diseño, a la orientación, a los materiales, a los detalles constructivos y al uso consciente del espacio. Porque un edificio que no necesita ser climatizado no solo es más eficiente: es más resiliente, más coherente con el contexto de crisis climática y energética y, sobre todo, más saludable.
Proyecto de 24 viviendas públicas en Ibiza para concurso IBAVI
